“No vayas a creer lo que te cuentan del mundo (ni siquiera esto que te estoy contando),
ya te dije que el mundo es incontable”.
Mario Benedetti
Algunos viajes tardan en llegar, se hacen desear… Lo importante es que cuando se producen, lo cambian todo para siempre…
La abuela (la mía y la de 5 más), no conocía el mar.
Nació en un pueblo del norte santafesino: La Rubia. Muy pequeño en tamaño, pero grande por su gente. Su vida sencilla transcurrió entre gallinas, familia, mateadas, planchados, flores, diarios, casamientos, velorios, recetas, naranjos, misas, vecinas y pisos lustrados. Hija, esposa, madre, abuela, tía, prima y amiga. Negociante de Revistas, Experta en Bazar de Ramos Generales y Encargada de Estafeta Postal.
“La casa de doña Lucy”, la suya, era un sitio de importancia histórica. Y no es broma. Confesionario ocasional, cobijo pluvial de quienes vivían en el campo, centro de convenciones y mensajería directa con el de arriba. Jamás criticaba a nadie, reservada y abierta a la charla. Sabía de política, economía, chin-chón y farándula. Tejía y preparaba las mejores recetas. Pulcra y ordenada.
De viajes sumaba pocos, algunos ocasionales a la ciudad más cercana y otros, por necesidad médica, a la capital provincial. Una sola vez, ya casada, había llegado hasta Buenos Aires. En un recuerdo fotográfico, se la veía del brazo del abuelo, un marido bien atendido, caminando por alguna calle porteña. Su mirada, iluminada, soltaba un dejo de picardía y vergüenza, ambas cosas concentradas. Siempre la misma fue.
Era una creyente incansable de la Madre Janer, una beata que lucha todavía hoy por ser santa. Llevaba su medalla siempre colgada, “La poderosa” la llamábamos. Ante cada necesidad (cualquiera menos las monetarias, para esas estaba vedada), decía: Tranquilos, ya se lo pedí a la madre Janer. Tema resuelto se consideraba.
La abuela (la mía y la de 5 más), no conocía el mar.
Con el paso de los años, la mitad de sus nietos nos instalamos en Buenos Aires. Como casi siempre pasa, uno de ellos resultó ser “el preferido”. Entre todos: el primero nacido. Este cargo era legitimado por el resto, que entre risas y consuelo, competíamos con esmero para lograr aunque sea el segundo puesto.
A sus ochenta y tantos, visitó unos días esa capital, faltando poco para que termine el verano. Sabiendo de sus antecedentes, “el elegido” se comprometió a llevarla hasta la Costa Atlántica. Nos sumamos todos a la caravana. Cumplir uno de sus sueños fue un reto obligado.
Cientos de kilómetros de playa y arena, esperaban. 342 hasta Pinamar de distancia.
Salimos bien temprano por la mañana. Era fin de semana. Ella viajaba en el asiento de adelante. Por las dudas, en la ruta mechaba charla amena con rezo silencioso. Expectante. Orgullosa. Vivía profundamente ese momento. El día tan esperado, se aproximaba.
Ruta 2, Atalaya, radares, rotonda, parrillada en Dolores, ferrocarril, autopista, rotonda, peaje, ruta, rotonda, ruta, arco de llegada. El auto entró sigiloso a la ciudad, como un papamóvil la portaba. Con la serenidad digna de una reina, ella se mostraba.
La abuela (la mía y la de 5 más), no conocía el mar.
Parecía que los pinares habían sido plantados décadas atrás, sólo para esperarla. Los médanos se habían fijado, sólo para recibirla. Tras la lluvia pasada, se intensificaron más que nunca los colores del paisaje, de los árboles, de la arena, de las calles, de las maderas, de las casas y de los jardines.
En su pueblo, la noticia corrió de boca en boca, de cocina en cocina, de vereda en vereda, con la velocidad de un avestruz: ¡Doña Lucy se fue a ver el mar! ¡La llevó el Teyca! _ rumoreaban los casi 300 habitantes. No faltó la participación de ninguno, hasta el cura se sumó a los comentarios.
Avanzada la tarde y ubicado el equipaje, era hora de cumplir el objetivo. El calor se despedía y el firmamento se teñía con un manto rosa y celeste…
Ella llevaba puesto un vestido liviano, de colores claros, floreado. Zapatos cómodos y abiertos para sus pies complicados. El cabello bien peinado, castaño claro y ondulado. La mirada refulgente y ese gesto eternamente sonriente…
Se detuvo el auto sobre la avenida del mar, no se bajó de él: descendió. Con la prestancia de las grandes divas. Como una Cenicienta de su carroza. Como los ángeles a la tierra. Cruzó la calle custodiada. Bajó las escalinatas que la separaban de la arena no tan blanca. Avanzó. Una pierna tras otra deslizaba por los granos calientes. La brisa acariciaba su cara y peinaba para un costado sus cabellos. Con su mano derecha, coqueta, los enderezaba. Con la izquierda, tomaba fuertemente su medalla poderosa, fusionándose las dos en una sola.
Los turistas del lugar, no pudieron evitar quedar imantados ante su presencia…
Parada frente al mar, sobre el escenario mojado, levantó su cabeza ante la inmensidad del agua. Irguió su cuerpo y respiró profundamente. Giró lento su rostro hacia un lado, marcando con su vista luego el recorrido completo del horizonte. Aún siendo de día, el cielo se llenó de estrellas… De música de fondo, se escuchaba el ronroneo del enorme caudal salado. Salado como la gota de agua que se escapó, atrevida, por su mejilla. La quitó apresurada. ¡Qué ninguno pensara que era de tristeza! ¡Estaba emocionada!
Se mantuvo varios minutos con la mirada perdida. En silencio. Queriendo detener el tiempo… Al final le regaló un “Amén” al viento.
Magia inmaculada.
Así fue como vos, abuela (mía y de 5 más), conociste el mar… ¡Y EL MAR TUVO LA DICHA DE CONOCERTE! De tenerte enfrente, mirarse en tus ojos y ver reflejado: Su enormidad en TU AMOR, su grandeza en TU BONDAD y su inmensidad en TU ALMA…
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Carina (jueves, 09 enero 2014 22:38)
Verdaderamente emocionante !
Sergio (jueves, 09 enero 2014 22:39)
Que encantos tus escritos Maria !!
mabel bertolin (viernes, 10 enero 2014 05:33)
que bello relato MARIA!!!! me imaginaba a LUCY caminando por la playa con sus nietos y no pude dejar de emocionarme!!! beso gigante a OFELIA y gracias por describir a LA RUBIA y a su gente tan real que casi me parece estar allí!!!
Pili (viernes, 10 enero 2014 09:40)
La verdad me dejaste impresionado con la belleza de tu pintoresco relato, tuve la suerte de conocer muy bien a Doña Lucy, por otra parte gran amiga de mi madre doña Olga .un abrazo enorme y gracias por tan brillante comentario.
PITTI (viernes, 10 enero 2014 10:44)
Hermoso y profundo tu relato, me trajo emotivos recuerdos de la TIA LUCY, tu querida abuela y gran amiga de mi madre con la que compartian largas charlas los domingos en el pueblo para alivianar su soledad. Recuerdo cuando las llevaba a recorrer el pueblo en la camioneta, (NO ME RESULTABA FACIL CARGARLAS A LAS VIEJITAS CON SUS ACHAQUES JA!!!)Pero era muy divertido escuchar sus historias de vida de cada lugar por donde pasabamos...siempre acompañadas de alguna anecdota, nunca dejaban de mencionar a sus maridos LINO Y AVELINO... grandes valores de La Rubia!!! Felicitaciones Mary !!! EXCELENTE TU RELATO!!!
Esteban (viernes, 10 enero 2014 22:55)
Que hermoso relato ! conocer de esta manera a gente comun en algun pueblito de nuestro país ! Felicitaciones a Turismo TV por esta columnista maravillosa ! me emocione sin conocerla !
roxana bertolino (sábado, 11 enero 2014 07:25)
Precioso relato de la vivencia de tia Lucy!!! emotivo hasta que las lagrimas no permiten seguir leyendo!! gracias Maria por compartir esta vivencia unica de una manera magistral. Un abrazo
Graciela Arduino (sábado, 11 enero 2014 08:52)
siempre fuiste muy buena redactando desde chiquita,es un placer leer esto María de los Angeles,se nota que hay en vos una madurez y riqueza linguistica enorme,qué placer!!!!!!!!no lo abandones,al contrario,creo que debes animarte a mucho más!!!!!besotes.
Lino (sábado, 11 enero 2014 11:06)
Creo que soy otro de los varios que han quedado sin palabras
Estela D'onofrio (jueves, 16 enero 2014 17:40)
Cuanto amor para esa abuela !!! que hermoso y dulce relato ! Felicitaciones a TTV !