por Alejandro José Gallard-Prío.
Entre la ola de gente que camina en Manhattan siempre con prisa, con la excepción de algunos con discapacidad o muy mayores, el distraerse es peligroso. Hay que andar siempre alerta, sin titubeos. Lo mejor es parar y en las esquinas y concentrarse, de lo contrario te arrollan, no por maldad, es que aquí no hay mirones, para eso están los parques.
Dicen las estadísticas recientes, que el 40 por ciento de los que deambulan en New York nacieron en el exterior, y no todos son inmigrantes, pues aquí trabaja mucha gente en organismos internacionales y empresas que contratan a su personal por temporadas.
Sigo en mis alrededores, primero porque cada día, descubro lugares interesantes y segundo porque me comprometí con mis lectores a saborear el Jamón de Hungría, Mangalica o Mangalitsa, que también lo crían en España, con la misma alimentación que usan los húngaros. El jamón es exquisito, vale su precio, por supuesto que solo adquirí un cuarto de libra y al compartirlo, para saber la reacción de otros, fui parco.
Aproveche la visita a Fairways Market, para curiosear en el sector de las aceitunas y encontré unas verdes rellena de chile jalapeño que se complementarían muy bien con un Tequila. Ni les comento sobre los quesos, ya que la variedad es apabullante, sobrepasa los 100.
Nos hace muy bien el caminar, pero hay que tomar un curso para gozarlo, ya que el mayor atractivo es la gente, hablar con ella, y hacerlo con disimulo, pero si tener valor para entablar conversación, como hice con un elegante barbudo de sotana negra, que resultó ser un sacerdote de una histórica Iglesia Ortodoxa Rusa, ubicada en la calle 91, entre la quinta avenida y Madison, contiguo a la casa donde residían los conocidos hermanos Marx.
Las aceras de los sectores residenciales de Manhattan, son compartidas por manadas de perros, que profesionales "perreros" sacan a pasear. Generalmente los llevan en grupos de seis y los he visto de hasta diez canes, son todos expertos en controlarlos, una destreza admirable, ya que no enredan sus cadenas, no tropiezan ni estorban a nadie. Además, son cuidadosos en levantar cualquier suciedad perruna, pues de lo contrario, todo el mundo andaría con las suelas sucias, aunque últimamente, he visto uno que otro montoncito, descuido de los que sacan a sus propios canes.
En New York, no hay perros sueltos, NI UNO SOLO. En esta ciudad, en particular, hay un amor tal a los animales que un perro o un gato suelto no dilataría ni una hora sin que alguien lo lleve al refugio, donde los cuidan y alimentan muy bien, además, de inmediato los examinan ya que la idea es de prepararlos para entregarlos en buena salud y condición. Eso es vivir bonito, como dice una líder política de uno de nuestros países.
La tarde del Sábado, paseando por la vecindad, decidí entrar a conocer una bella Iglesia Episcopal construida en 1865, situada en la quinta avenida, "Church of the Heavenly Rest" (Iglesia del Descanso Celestial), me gusto el nombre y es imponente. Al entrar me lleve una grata sorpresa, estaba un grupo de cantantes y músicos comunitarios ensayando, el "Canterbury Coral Society", pues presentan sus conciertos en la Iglesia, que tiene una acústica casi perfecta.
Estaban ensayando una obra de Franz Joseph Haydn, llamada el "Te Deum de María Teresa", seguida por "Exúltate, Jubílate" de Wolfgang Amadeus Mozart" y para finalizar, la "Misa de Lord Nelson" de Haydn. Lo menciono como reconocimiento del interés cultural y artístico que distingue a New York, ya que por doquier se encuentran presentaciones comunitarias como esta, y que el Estado o la ciudad de New York, podrían patrocinar y enviar como embajadores culturales de "buena voluntad" a nuestros países. Una promoción turística sin precedentes, que además motivaría a nuestras comunidades.
UN VIAJE EN TREN REGIONAL A NEW HAVEN, CONNECTICUT.
Tome uno de los 5,000 taxis amarillos que pululan las calles de Manhattan para ir a la famosa "Grand Central Station" y descubrí que la mejor entrada es por la calle 49. Eran las 8:00 am, de mucho tráfico. Al entrar me recibe un majestuoso "Lobby" que por supuesto, ya estaba atestado de viajeros que parten de allí en trenes interestatales y regionales. Sin problema alguno, me acerque a una de las ventanillas y al comprar el boleto, la vendedora me pregunto si era adulto mayor, para darme el descuento que en las líneas regionales es del 50 por ciento. Me sentí dichoso, ya que el viaje de dos horas a New Haven me costaba US$ 21.50, casi como el del taxi que me trajo.
Aborde un cómodo tren comunitario del estado de Connecticut, MetroNorth, en dos horas, estaba en "UNION STATION" de New Haven, una ciudad puerto de 130 mil habitantes ubicada a la orilla de la bahía de Long Island, fundada en 1638 por los "Puritanos", un grupo de protestantes del siglo XVI o XVII, en una área poblada por los indios Quinnipiac, tribu de nativos americanos.
New Haven es la capital cultural de Connecticut, en ella está asentada la prestigiosa universidad de YALE, además de numerosos teatros y museos, entre los cuales está el de los Knights of Columbus (Caballeros de Colón) pues ahí se encuentra su sede. Sus oficinas están en una elevada Torre, edificio café en la parte derecha de la foto de arriba, con una vista panorámica de la Bahía y previa cita, tuve el privilegio de conversar con el encargado de crecimiento de Membresía de los Caballeros de Colon, Ingeniero Alberto A. Cala, colombiano-americano, quien dedico horas en ilustrarme sobre la obra de los Caballeros en el mundo, lo cual agradezco, ya que Centroamérica podría ser uno de próximos destinos para el crecimiento de la Orden, que ya está establecida en Guatemala y tiene 32 miembros en Nicaragua.
Deseando muchas felicidades a las madrecitas donde se festeja en 30 de mayo me despido con un hasta el próximo ARCHIVO, el domingo 1 de junio, desde Philadelphia y Washington, DC.
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